En el post anterior hablamos de las propiedades beneficiosas del agua marina para nuestra salud bucodental. Hemos querido enfocarnos ahora en el cloro que contiene el agua de las piscinas y su efecto en nuestros dientes.

Lo primero que hay que destacar es que no tiene ningún efecto dañino siempre que el tiempo de exposición sea normal, fruto de los baños estivales que todos nos damos en la piscina.

Sin embargo, existe lo que se conoce comúnmente como “sarro del nadador” que lo produce una exposición alta al cloro, debido comúnmente a la práctica de la natación. En este caso el cloro sí desgasta el esmalte dental, erosionándolo y aumentando el riesgo de sufrir caries. Así como enfermedades periodontales, tales como gingivitis o periodontitis, sino se elimina el sarro producido por los productos químicos que contiene el agua de la piscina. Para que aparezca dicho sarro, repetimos, la exposición debe ser alta, de unas 6 a 8 horas semanales.

Es cierto que, sobre todo los niños, pueden pasar más horas aún pero no suele aparecer y no hay que alarmar ni preocuparse en exceso. Entendiendo que la alta exposición suele ser esporádica en verano y no se extiende durante todo el año convirtiéndose en habitual como en el caso de los nadadores. Para determinar qué tiempos y hacer una correlación específica hay que tener en cuenta todos los factores tales como el ph y flujo salival, la cantidad de cloro,  tratamiento del agua con ozono y temperaturas exteriores entre otros.

En cualquier caso, el “sarro del nadador” se identifica por su tono marrón amarillento y se contrarresta fluorando los dientes regularmente con pasta dentífrica fluorada. Así como con la visita periódica a la clínica que siempre es la mejor manera de prevenir.